LOS COLORES QUE HABITO

EL COLOR RESONANTE DE JAVIER AOIZ ORDUNA

En la pintura la única certeza es la mirada del artista que, en su incesante búsqueda, revitaliza el mundo, lo ensancha, lo construye y nos lo hace vivir.

Contra la venda que banaliza la realidad lucha Javier Aoiz Orduna, en su restitución cromática de la materia. Como decía Paul Klee, el arte no reproduce lo visible; vuelve visible, y hay algo desbordante y primigenio en el “volver visible” de estos lienzos abrasados por la luz que nos presenta Javier en Los colores que habito, su más reciente exposición.

Como imaginara Italo Calvino en Las ciudades Invisibles, los paisajes urbanos de Aoiz Orduna se parecen a aquellos espejismos que brotan milagrosamente del asfalto llameante.

Nueva York, Cádiz, Zamora, Madrid… son para el artista madrileño ciudades sin límite cercadas únicamente por la filigrana de la ensoñación arquitectónica que, sin embargo, no nos deja penetrar en su interior. Es el horizonte limpio el que nos habla con su magnetismo y nos habita a través del color donde ya no existe el blanco puro, solo su resonancia.

A pesar de reconocerlos como maestros, los bodegones de Javier Aoiz Orduna no se conforman con la paleta terrosa de Morandi, ni buscan realzar el tenebrismo o la plasticidad ilusionista de las naturalezas muertas de Zurbarán. Hay algo original en ese desaprender que llevó a Javier a transitar por el camino inverso: pasar de la abstracción a lo figurativo, bajo la ley cézanniana del cono, el cilindro y la esfera. Tal vez por eso en su reencuentro con los objetos se vislumbre una atmósfera tan delicadamente luminosa y poética.

En cada una de sus obras se trasluce, además, el gozo de pintar, más allá del dominio del oficio y/o de la técnica. Aoiz Orduna trabaja desde el deslumbramiento y la ceguera, es decir, desde la autenticidad.

Su pintura sigue siendo reconocible y eso es siempre una gran cualidad. Pero sin olvidar, al mismo tiempo, que en el arte únicamente existe la verdad en su perpetua búsqueda, como demuestra el gran lienzo acromático que abre la muestra con la única representación humana de toda la exposición: Marilyn y yo, inmortal referente para Javier, imagen precursora, sin duda, de una nueva senda creativa que dará sus frutos.